Estamos celebrando un nuevo "Mes de María", actividad atractiva y tradicional que mueve tantos corazones hacia Dios. Es un momento donde fijamos la atención en la Madre de Dios, reconociéndola como Madre nuestra y Madre de la humanidad. Quisiera que nos detuviésemos en tres de sus rasgos que nos pueden ser de especial ayuda en nuestra vida cristiana.
- María, mujer del Silencio. Especialmente en un mundo donde la bulla pareciera dominarnos obstaculizando la conexión con Dios y con nosotros mismos, surge la figura de la Virgen como modelo contemplativo. Ahora, no se trata de un silencio temeroso, agresivo o cómplice. Se trata de un silencio acogedor. Ella acoge y guarda la Palabra de Dios en su corazón, es capaz de discernirla y descubrir en profundidad el proyecto de Dios. El silencio es para ella el espacio natural del discernimiento, no solo un método, sino primordialmente la atmósfera propia del encuentro con Dios. ¿Qué espacios de detención tengo en mi vida? ¿Cómo vivo el silencio? ¿Cómo lo favorezco?
- María, mujer de la escucha. Se hace silencio para escuchar. En primer lugar a Dios que habla en el silencio, música callada como la definía San Juan de la Cruz. Y luego a los hermanos y a uno mismo. Cuando hacemos silencio, son muchas las voces que podemos ir escuchando. Escuchamos las voces de nuestro cuerpo, que recoge la información que acopian los sentidos. Escuchamos nuestros pensamientos que pueden ser superficiales o profundos, permanentes o momentáneos, pacíficos o violentos. Escuchamos nuestras palabras que siguen resonando, especialmente las más significativas, las que ayudaron y las que hicieron daño. Y escuchamos lo que hacemos, las imágenes que quedan de lo que hicimos bien o mal. Estos son los espacios que podemos escuchar y que nos conectan con nuestro propio corazón donde Dios habita. En la medida en que aprendemos a escucharnos y a reconocer la voz de Dios, estamos en mejores condiciones de escuchar a los demás. María escucha a Dios, se escucha a sí misma y siente el impulso de escuchar a los demás (Lc. 1, 39). ¿Cómo es mi escucha? ¿Qué escucho de Dios? ¿Qué escucho de mí? ¿Qué me gusta oír? ¿Qué me cuesta escuchar?
- María, mujer de la acción. Un verdadero contemplativo no es aquel que no hace nada. Es aquel que, logrando despejar obstáculos se abandona a la escucha de la Palabra de Dios y es capaz de traducirla a través de acciones concretas, especialmente en el trato con los demás. María actúa conforme a lo que escucha y cree, y se vuelve un agente de misericordia (Jn. 2, 1 - 12). El que ha aprendido a escucharse y a escuchar a Dios, aprender a escuchar las necesidades de los hermanos. El camino a nuestro propio corazón es una opción que nos enseña a amar a los demás. Quién es consciente de sus propias necesidades es capaz de hacerse más consciente de las necesidades de los hermanos. En la escuela de María, el discípulo de Jesús aprende a moverse en la lógica del amor y la ternura. ¿En qué medida mis acciones expresan mi fe en Dios? ¿Puedo decir que mi ser se expresa en lo que hago?
Aprovechemos este Mes de María para dejarnos enseñar por ella a ser hombres y mujeres del Silencio, la Escucha y la acción.
Carlos Godoy Labraña Pbro.
Rector Santuario Inmaculada Concepción
del Cerro San Cristóbal