Con estas palabras de san Pablo, el Papa Francisco ha hecho pública una carta dirigida al Pueblo de Dios, porque estas palabras resuenan con fuerza al constatar una vez más el sufrimiento vivido por muchos menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas.
El Papa recuerda en su carta la noticia hecha a conocer hace algunos días, donde se detalla lo que vivieron mil sobrevivientes, en EEUU, en Pensilvania, todos ellos víctimas del abuso sexual, “de poder y de conciencia en manos de sacerdotes durante aproximadamente setenta años”. Aun la mayoría de los casos corresponden al pasado, sin embargo, como afirma el Santo Padre en su carta, con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas “nunca prescriben”.
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